Ayer la sensación fue otra. Acudí a la Librería Reconquista solo para encontrarme allí con Mar. Preparamos y dispusimos el espacio. Convenimos en que leyese la presentación que mi amiga y periodista María Luengo había hecho con tanto amor, profesionalidad y atino.
Probé el amplificador, la guitarra y el micro. Iba a cantas sentado y estaba cómodo. Probé un poco de las dos primeras canciones, lo justo para no darle demasiadas vueltas a algo que ya tengo muy rodado. Me fui al bar de al lado a tomar un té, calentar la voz y cambiarme la camisa.
Al volver, Rita ya me esperaba, conversamos y preparó el móvil para dar el concierto en streaming por Facebook. Me encontré con familia y amigos, que me sorprendieron y me arroparon. Estaba temerariamente tranquilo por cada persona que entraba y saludaba.
Había preparado el orden de las canciones la semana antes y las había probado dos o tres veces. Me gustaba el orden, el sentido, la comodidad de tocarlas en ese orden y que la voz aguantase mejor.
Preparé varias canciones que no habían entrado en el disco por tener un plan B, porque no quería tocar versiones. Solo quería centrarme en mí, iba con ese ego y ese arrojo. Tampoco quería alargarlo mucho porque quería hablar un poco de las canciones, del por qué, contar detalles...
Tras la lectura de Mar de la nota de prensa hecha por María, que me hizo pensar que en voz alta era aún más profunda e incluso certera. No sé por qué.
Me quité la chaqueta y me colgué la guitarra. Empecé por Este minuto. Empieza suave y va ganando impulso, ayuda tener la voz descansada para poder ir de los momentos más bajos a alguna subida, dentro de mis límites, interesante. Al ser un lugar recogido, como un salón de casa me permití tocarla sin púa para poder darle esa suavidad que me gusta. Algo conté de esta canción, es una oda a la diosa música, a la canción, a los instantes.
Seguí con Lost in Translation, y ya no solté la púa. Le quité un poco de graves al guitarra y seguí bien. Sentí un buen aplauso al terminar esta canción.
Permiso para la tristeza, que es la preferida de mi sobrino Jaime, fue la siguiente. Me dejo llevar, expliqué un poco de la canción, que prácticamente me salió del tirón y traté de comentar que el estribillo salió por mi padre. En la memoria guardo un abrazo que le di cuando ya estaba malito en la cocina de casa y yo se lo di suave pero a el como que le dolía un poco, dolor de amor. Un abrazo que me rompa los brazos. Poco más.
Afiné la guitarra para bajar me dio tono y encarar Al otro lado e Intenciones. Esta vez no la dejé para la última. Para levantar un poco el ánimo. Comenté algún detalle más de las canciones, esperando no ser aburrido pero intentando gustarme. Levantando el ego, supongo.
La siguiente, Prefiero, últimamente me gusta más tocarla con la eléctrica o con el piano, pero por hacer una presentación más sencilla decidí que con la acústica saldría bien y salió. Me noté la voz finita, Alfredo González y Chet Baker estarían dejándome su duende.
Aquí podría haber empezado a tocar alguna que no estaba en el disco, pero pensé en ese momento que quitaría foco al disco, a estas canciones, a este sentido que tienen al menos para mí.
Volví a afinar la guitarra, bebí un poco de agua y seguí con Mirada borrosa, mi tema mezcla mejicana-sabinera-rodriguera... tengo que sacar más voz en esta. Me gusta mucho como para dejarla a medias.
Desarmado fue la siguiente, reconocí que el primer verso en realidad tendría que ser tequila reposado pero que por métrica se quedó en tequila blanco. La defendí bastante bien con la acústica y aunque en algún momento se me quebró la voz, recompuse y templé.
Le agradecí a Mar, a la librería, a Rita, a todos por asistir. Comenté que los últimos discos que había leído eran el de Leño, que compré allí, y un diario de viaje llamado Muerte en Persia, de una escritora alemana (creo) hilándolo a modo de introducción de La blusa, dije que a veces hay que enfrentarse a las cosas pero a veces lo mejor es irse a cualquier otro lugar.
Para terminar leí la transcripción que había hecho de la entrevista del director de cine Gonzalo Suárez en el FICX de Gijón del año pasado. En resumidas cuentas que nunca deja la búsqueda porque nunca encuentra nada. Y canté Parte del juego, la última del disco, la última del concierto. Me sentí cómodo y bien. Llegué con la voz bien, en su sitio. Tocar solo también permite bajar o subir el tempo de las canciones, dejar que respiren de una manera otra dependiendo de cómo me encuentre o del ambiente.
Cuando había dicho que mi presentación en Oviedo era en una librería, muchos no lo entendían o lo notaban como fuera de sitio o raro. Y supongo que lo es, pero sucede que lo que canto y cuento sale de mí, de todo lo que transformo y creo. Me apetecía hablar de la creación y sentirme a gusto ahí. Hubo un pequeño coloquio, preguntas y respuestas y yo lo sentí lo más normal del mundo. Una buena presentación.
Habrá más directos, más conciertos, más potencia y más rincones suaves así. Eso espero. Mientras tanto me quedo saboreando el placer de haber tenido tantos oídos durante ese tiempo tan valioso. Me siento afortunado.
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