Después de comer quemé parte de los restos de poda que ya estaban secos de la última época. No había tenido tiempo ni ganas hasta hoy. Me puse los auriculares mientras y puse el último programa de Isabel Coixet de Radio 3: Alguien debería prohibir los domingos. Para mí hoy es domingo aunque en el calendario común es el último martes de este mes de julio lluvioso y frío.
Hay una mosca en la habitación dando vueltas, se ha colado por la rendija que dejaba la ventana abatida, a ver si consigo centrarme y escribir algo entendible porque he tratado de matarla pero no he podido.
Isabel es una directora de cine. Entre sus películas hay alguna que me interesó, me sorprendió o me hizo algún click en alguna parte del cerebro. Sus escritos en el XL semanal casi siempre son ingeniosos e invitan a la reflexión o a una sonrisa agradable, ya es bastante. Me animé a escucharla y está bien el programa de radio, mola la música aunque alguien debería decirle que use un antipop o se aleje el micro de la boca porque los soplidos cuando llevas auriculares hace que pierda el tono del relato del programa y tenga ganas de agujerearme los oídos. Sin más.
Me sorprendí, cuando puso seguidos un par de temas de ritmo sugerente, íntimos en cierta manera: Far away, de Dangbana Republik & Bella Shmurda, y Money & Laughter, de Boj, Zamir & Amaarae. Me sorprendí pensando en Natalia de Molina. Es una mujer, actriz, tremenda actriz. Todo lo que he visto de ella en una pantalla hace que me la crea siempre, toda entera, su personaje, su actuación como verdad. Aparte, desde que la sigo en Instagram aprecio un poco su estilo y algunas ideas que tiene. Es una mujer que encandila, supongo que por eso es un as, de cualquier palo y baraja, en el cine actual. Y es una belleza. Anda aprendiendo a moverse y desenvolverse, a expresarse con lo del pole dance, algo que entiendo que requiere mucha técnica física y mental, mucha preparación y equilibrio. Muestra algún vídeo o sube alguna historia a su perfil y no sé por qué la miro y la admiro aun más. Pues bien, me sorprendí escuchando esos dos temas e imaginándola a ella. Esos clips en blanco y negro con esos dos temas como banda sonora. Sin más. Entiendo que no era algo sexual simplemente, algo erótico o sensual quizá. Pero creo que era algo más, una manera de relajar la mente como cuando rememoras una puesta de sol, un mar con su vaivén... Las conexiones neuronales hilvanan el ritmo de las canciones con el ritmo de su ejercicio transformado en arte. En parte me siento culpable por verla así, además sin conocerla, pienso que hago algo que no debería. Como que comparto algo con ella que no sabe, un secreto que a veces creo bonito y a veces turbio. Y es solo una mirada. Qué le voy a hacer si tampoco sé por qué lo escribo.
El resto del programa bien, me cae mejor Isabel de lo que creía, no sé si es ella o es un personaje, pero el personaje de este programa me cae bien. Me recomendó, porque me hablaba solo a mi, “Los autonautas de la cosmopista”, de Carol Dunlop y Cortázar. Dijo que era mujer de listas y postales, que no le gustan las fotos de pies de las redes sociales, a mi tampoco hasta que me gusta alguno...
Antes de todo esto, le cambié la luz de freno derecha al coche de mi madre. Hace unos días me había dado cuenta pero no me había parado a solucionarlo y hoy, de la que volvía de casa de mi abuela, una mujer la paró en medio del tráfico rodado para decirle que la tenía fundida. Qué pocas personas son así, que te paran para indicarte algo útil y de la que es difícil darse cuenta uno solo. Busqué en youtube cómo se sacaba el foco y lo hice ayudado de la linterna con alargador que había traído de la casa que dejamos en Grandas. Tenía una lámpara de repuesto en la bolsa que venía con el coche cuando lo habían comprado hace más de diez años, estaban en una cajita de plástico medio rota y sólo había dos bombillas que habían sobrevivido y una era justo esta del freno. Limpié los cristales de la bolsa, pegué la cajita de cristal y la luz colocada funcionando. Todo porque no tenía ganas de salir de casa, no quería gastar mi no domingo en ir a ningún lado. Hoy no quería salir de mi refugio. Pocos días hay así y son los que más disfruto, de vez en cuando.
Me mandó un wassap un ex compañero de trabajo que volvía a trabajar con nosotros, el domingo me entero que echan a una y hoy martes de que empieza otro y que ya hacía un mes que lo había llamado para volver y qué curioso que a la otra que se fue, que no llegaron a un acuerdo para renovar el contrato, se lo dijeron el jueves o viernes pasado. Los caminos de los empresarios son inescrutables. Me pierdo en ellos y vomito. Cada día que aguanto más ahí, me odio más. Y sé que nada es perfecto, que nadie es perfecto. Pero yo no entiendo qué hago formando parte de algo así. Tengo que encontrar la salida a este laberinto.
Así termina mi no domingo, esperando una llamada del trabajo, mientras trato de hacer algo más, de exprimir el tiempo que me queda porque sino siento que no he aprovechado nada. Me siento usado y abusado.
Debería haber llamado a la psicóloga que hace dos o tres semanas me dijo Ruth, especialista en músicos y problemas de afrontar escenarios y públicos diversos. Tengo que centrar muchas cosas, no sólo esas. No quiero seguir sintiéndome tan débil. No tiene nada malo sentirse así, lo que pasa es que siento que todos se aprovechan y no consigo ser yo, mostrarme sin sentirme violado. Quizá un exhibicionista ante ojos que acaricien y abracen, que no sólo mastiquen.
Por fin, mosca aplastada. He hecho una lista en spotify a la que añadiré los temas que escuche en los programas de Isabel Coixet y voy a ver si termino de leer el libro de Michel Houllebecq para buscar después el de los autonautas. Quedo con ganas de todo. Para eso hay que seguir viviendo. No me gusta enfadarme y me enfado demasiado a menudo. Quiero que mi humor mejore. Es lo único que quiero ahora mismo. Es mi horizonte. ¿Cómo conseguirlo?
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