Los seres que no soportan más esta vida se esfuman transformando su energía, depositándola sobre los demás. Hay oficios que se pierden y se perderán e inevitablemente llegará el olvido. Cómo recordar tiempos inmemoriales, cómo formar parte de la memoria colectiva porque uno solo se olvida.
Nos confunden y distraen con la rapidez del día a día, hora a hora, minuto a minuto. La necesidad de estar siempre ocupados, conectados, haciendo algo, produciendo. Pero resulta que, simplemente, nos desgastamos, acabamos con nuestra humanidad pero también con la naturaleza, cambiamos el ecosistema tan rápidamente que apenas nos damos cuenta de dónde posamos el culo. Y sólo reconocemos nuestro propio culo como el único importante, dotado de la única verdad verdadera.
Suplantamos memoria e historia por rabiosa actualidad y tecnología. La auténtica naturaleza del ser humano queda oculta por cambios morales o de prioridades sociales. No digo nada nuevo pero le estoy dando vueltas desde que me enteré esta mañana en el periódico del fallecimiento de Victorino García, de Trabáu, Degaña. Un hombre dedicado al conocimiento y conservación de la tradición cunqueira en la zona suroccidental de Asturias, colindante a Galicia y el Bierzo. Rutas comerciales de esos productos de madera que se elaboraban en tiempos pasados, incluso llegando a Extremadura (me llegó a contar en alguna de las escasas conversaciones que mantuvimos). Un hombre con ideas, capacidad y esfuerzo en una tierra cada vez más vacía de empleo y posibilidades. Sobrevivir por esos parajes casi olvidados es un milagro.
Parte de nuestra cultura, de la identidad humana se desvanece con estas personas. Me vino a la cabeza el maestro del azabache de nombre Eliseo del que guardo una piedra de un recorte en el que talló mi nombre y, aún no creyendo en amuletos así lo conservo. Recuerdo también al hombre de Lamas que hacía orujo. Ciertas artes y oficios que se desvanecen con estos últimos mohicanos. Puede que no haya quien continúe su legado, su saber hacer, pero no tener memoria es lo realmente despreciable.
Obcecados en conservar nuestros culos, hacerlos más fit - healthy y mostrarlos, nos dejamos fluir menospreciando que antes el fitness - healthy - wayoflife era protagonista el cerebro, las artes y oficios y la cultura. Todo lo que conforma nuestra humanidad. La vida.
En cambio, el poder, el precio que hay que pagar por vivir en estos tiempos no nos deja ver el bosque. La última vez que vi y hablé con Victorino fue durante un incendio enorme que hubo rondando Muniellos en el que estaba ayudando a los medios de la zona. Lo vi cansado pero resistente, agradable y dispuesto.
Siempre he sido un don nadie y siempre lo seré pero alguna cosa voy aprendiendo y de las pocas cosas de las que me alegro del oficio que desempeño es poder conocer, de vez en cuando, a estos seres milagrosos que me hinchan los pulmones y alimentan mi humanidad.
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