Los Zigarros son parte de mí. De los últimos conciertos a los que fui antes de la pandemia way of life. Me aniquilaron. Hoy, dos años después me han vuelto a atravesar. No sé de qué modo. Hay algo más allá que no se puede nombrar, al menos yo no sé hacerlo. Es verlos y reconocer en ellos el leitmotiv: I love the life I live and I live the life I love.
Una época extraña, en la que a veces me cuesta reconocerme o retorcerme, una semana pasada por agua... no era mi mejor día. ¡Pero quién dice que tiene que haber un mejor día para nada! Hoy es hoy. Si el alma es un animal que jamás llegaré a domar, ellos tienen el don y el látigo. Tienen el rock and roll.
Se desenvuelven muy bien, suenan duro y bien, fuertes, compactos, con estilazo y temazos. Una mezcla de sexo, sudor y alcohol. El público muy a favor. Una chica morena alta y muy guapa dándolo todo. Mucha peña bailando, coreando, gritando.
Desde mi rincón de la sala, cerca de la barra del lado del técnico de luces y de monitores, notaba las miradas de Ovidi que obviamente iban a las chicas de delante que movían sus melenas y caderas sin parar. Una pareja que justo estaba delante de mi y que me sacaban una cabeza debieron beber ellos solos una caja de cervezas y tenía toda la pinta de que la fiesta seguiría. Otro chico que se apoyaba en la barra por no caerse y que hacia ademán de intentar mantener la compostura cuando una chica rubia, labios con carmín rojo y camiseta blanca a rallas azules se acerca a comentarle que tenía un mal beber.
No sé cuánta gente estaría en la sala pero creo que nadie podrá olvidar ese concierto y esa sensación indescriptible. Mucho amor en forma de rock and roll.
25.11.2021 (Gijón).
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